DE LOS INFEROS
Jorge Luis Arcos
1983 – 1996
Hay algo podrido en el reino de Dinamarca
Dijo Horacio al dulce príncipe (al poeta, al pobre, al forastero)
Hamlet, tú sabías muy bien que todo hombre es un pordiosero
Y tenías que matar, matar
La belleza, algo sucio… Y la noche devastándolo todo
Por eso Lezama gritaba: “¡No se puede matar, no se puede matar!”
Pero siempre el manotazo de plomo
¿Y Ofelia? Una figura danzante en el fondo del lago
No hay estancias, no hay esplendor (¡Ah las playas de oro!)
Pobre Casal, pobre Raúl, pobre hombrecito del abrigo enorme
Pobre Zenea, pobre Virgilio, pobre Friol
Y Lezama gritaba, por eso
¿Dónde está mi isla, mi patria pre-natal?
¿En los bordes, en las lindes furiosas de intolerable resplandor?
Patria, ¿eres tan imposible como una profecía?
¿Dónde esta la huesa, lo real?
Figuraciones en el polvo, espejismos. ¿Y el tedio?
Ah el tedio de la mano que atraviesa ese espejo de agua,
Esas lindes, esas sienes que deliran, y una alegría inexplicable
Esos labios sudando, ¡no me mires más!
¡No quiero más certidumbres, cajas de ceniza, política!
Solo el bonzo perdido, el bonzo ciego de Kwaidan
Aguardando, algo tonto, y entonando, mas dulce, la eterna melodía!
1994

NOCHE DE REYES
Noche de reyes, soledad de sus ofrecimientos
palacios perpetuos, torres de piedra, arrecife lejanísimo
extraño paisaje de la noche, antiguo y raro como linaje de reyes
raro soñar torres, arrecifes, laberintos, desiertos
raro soñar árboles, planetas dentro del agua, espadas, arpas, espejos
abrir la puerta hacia el prado donde relincha el unicornio
cerrar las puertas del reino, las altas puertas de cuerno
porque en la antigua noche de reyes no rodean al niño las ofrendas
y José el carpintero canta, suavemente inclinado, como un pobre:
Quiero la espada más blanca, el toro blanco, la noche blanca
Quiero el rostro que soporte la luna
Quiero el pájaro, la hoguera, el crepúsculo, la estrella
Quiero hacerme transparente en el valle de las ofrendas
Quiero el bosque donde vuelva a ser niño
Quiero escuchar el murmullo de las piedras
Quiero soñar melancólicos jardines inacabables
¡Oh niño oscuro y remoto, oh reyes bellos y lentos!
¡Oh criaturas de arena, dadme ese conocimiento!
Enero de 1988

I
Madre, hay un país donde ya no se sufre
Un país transparente, de un olvido indecible
Un país donde el nombre, la memoria no existen
Un país perdurable, donde ya no se sufre
II
La necesidad del diálogo de amor
comunicante, del conocimiento
enamorado, el clamor de las sienes
que deliran, visiones
del fuego que se acuesta en un infierno alto.
Los ojos de la noche secuestrando
un secreto, en la fronda encendida
del más severo árbol.
Oh espelunca escondida, dame más
dame el viento que guardas congelado
en tu infierno de nieve.
III
Pero dejadme aquí, en mi infierno más alto
con el alma perdida, la luz que se retira
mis sienes que deliran, en mi infierno más alto.
VI
Sueño sin imágenes. Y un soplo.
El tiempo derrotado. El dulce arder.
Como un alba sin ojos, sin memoria
velas eternas, puro renacer.
Y un viento, enamorado, las aviva.
El Espíritu Santo, y el atardecer.
VII
Hay que creer, amigo, en los cielos que arden.
Y, cielo tras cielo, iremos, encendidos
como cirios vivientes, a la región del aire
donde el fuego se acuesta, donde el aire es más leve
como la luz, dormida, en la entraña de un cielo.
¡Ah qué orilla naciente, ah qué extraña frontera
la de la luz, rendida, mis sienes que deliran
y la visión, radiante, del corazón inmenso
como una aurora intacta, en la entraña de un cielo!
