Nostalgia de los lugares que no fueron
bastante amados en la hora pasajera
Rainer Maria Rilke
Jose, ya los espejos no devuelven el rostro con una rápida aquiescencia
Ya las ventanas no se abren con naturalidad
Ni recojo caracoles en cajitas de nieve
Ni un amigo tiene que gritar una noche: Vade retro, Satanás
Algo mina, roe, pervierte muy adentro la lucidez
Uno sale a la calle y hay una extraña calma
como una sordidez tranquila, indiferente
Y uno no puede pensar que aquí ocurrió la infancia
ni que para llegar a esta linde se apuró la adolescencia con esa extraña mezcla de
displicencia y ansiedad
Y la memoria se afana por comprender tanta sucesión de hechos
incomprensibles
tantas despedidas y tantos amaneceres y tanta destronada libertad
Quedan algunos restos, es cierto, pero
como desvaídas escenas de películas viejas o postales antiguas
Uno regresa a los lugares amados
esperando encontrar al menos las ruinas de una reminiscencia
pero el paisaje no habla, no escucha
no reconoce a sus antiguos náufragos
Casi todos los amigos se han marchado a otra parte
Otros sin duda han muerto
o desaparecido en un marasmo indescifrable
Ya te lo decía antes: la diáspora como la muerte interrumpe la conversación
Es como si uno viviera dentro de sucesivos filmes de actores secundarios
(pero siempre con el mismo director)
Y como ya el tiempo comienza a cobrar sus honorarios
el ron no sabe igual o más bien hace daño
Como también hace daño mirar a las muchachas en flor
¡Ah la intolerable lozanía de la juventud!
Somos como tártaros, beduinos, gitanos,
es decir, bárbaros, mendigos de lo imposible
(¡ah la escuela del resentimiento!)
figuraciones en el polvo, espejismos
anhelante materia perecedera
y algo como postergada roña o patética hilaridad prevalece en nuestras conversaciones
Y el futuro… Pero ¿a quién le acaece el futuro?
¿A quienes fuimos, a quienes somos ahora o a esos extraños habitantes de una comarca
desconocida?
A cada rato me sobrevienen como ráfagas de sin sentido
o acaso un exceso de sentido o vahídos de irrealidad
¿Cuál es la diferencia?
Y entonces, mi amigo, en esos momentos angustiosos
mas también exultantes
uno siente que nada nos puede salvar
Debe ser como los instantes anteriores a la muerte
o como su exacta premonición
Afuera ciertamente el sol es el mismo sol
solo que acaso un poco menos rotundo, menos brillante
Es como dice Enrique Saínz, que el mar tenía antes un color más vigoroso
¿Será el cumplimiento del principio de la entropía?
(La realidad propende al caos)
Y cada movimiento, cada mínimo gesto crea más desorden en el Universo
Nada, que la creación se torna más chambona, más áspera
(destartalo, rebumbio, como diría Lorenzo, el potaje de la existencia
o su cabaret, como diría una joven poeta)
o se apresta lenta pero inexorablemente a otro de esos ciclos cósmicos de muerte y
resurrección
Porque si somos polvo, materia de estrellas desaparecidas
algún día seremos Aldebarán, árboles, animales o amantes en extinción
¿O será que uno ha entrado al tiempo de la caducidad, de las melancólicas postrimerías?
¿O será esta realidad la que se despide de nosotros
como la última mirada de los animales en extinción?
Aunque en realidad todos somos animales en extinción
Y toda realidad es mirada en su hora pasajera
¿Se podrá decir como Lezama: voy hacia mi perdón?
¿Se puede volver a nacer dentro de la vida?
Esa ha sido mi cantinela solitaria
Pero ¿y lo ya perdido, lo estropeado o lo roto
o lo que no supimos retener
o lo que pasó sin darnos cuenta a nuestro lado
como esos deslumbrantes cometas que ya no volveremos a ver?
¿O es que no se puede perder lo ya perdido?
Ah, mi amigo, y del cuerpo ¿para qué hablar?
Solo el alma sufre a veces como unos extraños destellos de reconciliación
como esas cenizas que levemente se encienden
como un rayito verde en el horizonte
para enseguida apagarse
¿para toda la eternidad?
Este tono algo elocuente es la melancolía de la creación o la morriña del conocimiento
(la noche en el pensamiento y en el corazón la tarde)
Algo que a veces se entrevé en la mirada anhelante de ciertos animales
en los paisajes absortos, en la fronda desesperada de los árboles
pero sobre todo en los ojos de esas criaturas errantes y extrañas, perecederas y eternas
putrefactas y espléndidas
¡Ah, dioses castaños de manos delicadas y cabelleras suicidas!
¡Ah, el nadir, el nadir, el reverso oscuro y silencioso
el légamo, el caldero cósmico, el punto reminiscente!
Pero no nos excedamos con efusiones líricas
que ya sabemos que el sentimiento es nuestro lujo y nuestro calvario
nuestra inocencia y nuestra perversidad
Entonces, por ejemplo, ¿qué vamos a hacer con nuestra isla?
Porque ni está en subasta ni en las manos de Dios
Y en todo caso no hay una sino muchas islas
como dicen que hay muchos universos paralelos
como barrios contiguos pero indiferentes. Algo así
Ah, mi amigo, yo sé que te hablo desde el desconocimiento de los ojos de un niño
Sólo tengo hijos nonatos (sólo escribo poemas)
Pero como dice Enriquito: nacimos para ser hijos
Mientras tanto, yo continúo con mis arabescos mentales, con mis humaredas
nocherniegas
buscando en el mapa de un cuerpo, en la cartografía de un alma
una provincia de serenidad, una comarca de dulce olvido, una isla de deleitosa
caducidad
haciendo la ronda de Zequeira
(alánimo, alánimo, la fuente se rompió)
con mis fantasmas hamletianos, mis payasos del alma y mis dementes y perversas
ofelias
Y el consejo del indio Jerónimo, que no se me olvidará:
Acere, la pelea es dura pero hay que echarla
Y como le pedía Darío a Madame Lugones:
no me olvides, amigo
Un transparente abrazo para ti, para Edilia y para tu hija
Para Jorgito y para Griselda, también
Saluda a Guada y a José Kozer